jueves, 24 de agosto de 2017

Potosí tiene agua gracias a la minería



Potosí lleva un año soportando una escasez de agua potable que se traduce en un racionamiento que afecta particularmente a los habitantes de la zona alta, que solo reciben el líquido elemento dos veces por semana y en horarios incómodos. Hace poco, el diputado Víctor Borda denunció que parte del agua se destinaba a los ingenios procesadores de minerales.

Debido a la crisis por el agua, el Comité Cívico Potosinista declaró estado de emergencia y pide que se corte el agua a los ingenios. Hasta ahora, nadie dijo que Potosí no hubiera tenido agua si no surgía, previamente, la actividad minera.

El origen del problema

El problema de la escasez de agua en Potosí no es reciente: no data de hace tres años, ni siquiera de hace tres décadas sino de los orígenes mismos de la ciudad.

El origen de la ciudad de Potosí está en la posesión del Cerro Rico, hecho datado el 1 de Abril de 1545, a raíz del descubrimiento del más importante yacimiento de plata de la colonia española.

Cuando los españoles fundaban ciudades en América, lo hacían bajo el modelo castellano que consistía en trazar las calles de manera perpendicular situando en el centro a la plaza de armas, donde debían estar la catedral y el cabildo. Para garantizar la pervivencia de la ciudad recientemente fundada, se identificaban las fuentes de aprovisionamiento de agua y alimentos.

Los españoles que tomaron posesión del Cerro Rico creían que el yacimiento de plata duraría poco, entre cinco o diez años, así que no fundaron ciudad alguna y se limitaron a vivir en las casas que tenían los indígenas de las proximidades.

Al referirse a los primeros españoles que vivieron en lo que hoy es Potosí, Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela dice que “ocupados en sacar la plata del Cerro padecían grandes incomodidades por el riguroso frío que hacía, y no trataban de hacer casas sin que apoderados de los ranchos de los indios, allí se dejaron estar poco más de un mes”.

Por su parte, Armando Alba: “cuando se descubrió el Cerro Rico, por españoles que trabajaban en el mineral de Porco, no se fundó la ciudad ni se suscribió acta alguna, como afirmaron escritores del siglo pasado, sin exhibir para ello documentos fidedignos. La ciudad nació al azar y creció al ritmo del desarrollo e incremento adquirido por los trabajos de minas del Cerro Rico”.

Los yacimientos de plata del Cerro Rico no se acabaron nunca, pues subsisten hasta hoy. Como no se agotaban, los españoles no tuvieron más remedio que mandar a construir casas para vivir allí durante el tiempo que trabajarían los metales. Se resolvió construir viviendas pero no fundar una ciudad, así que tampoco se tomó la previsión de trazar calles ni de identificar yacimientos de agua.

Arsanz refiere que la construcción de viviendas fue la razón que enfrentó a españoles e indígenas pues “juntáronlos a todos y les dijeron les hiciesen casas. Respondieron los indios que no podían porque habían de ir a los valles a recoger el maíz y otros mantenimientos para sustentarse todo el año, que a unos y a otros les estaba bien; y así, o que esperasen a su vuelta o que diesen a otros indios la obra. No concedieron los españoles, antes con la acostumbrada tiranía que siempre usaban con los indios, a fuerza de palos y otros malos tratamientos les obligaron con toda violencia a que hiciesen adobes y abriesen los cimientos”.

La cuestión del agua

Durante por lo menos treinta años, de 1545 a 1575, los habitantes de Potosí se abastecieron de agua potable de las vertientes naturales que existían en el lugar, así como de los pozos que fueron cavados en las primeras viviendas.

El cronista Modesto Omiste, que llegó a ser presidente de la Junta Municipal de Potosí, señala que “la población contaba apenas con algunas vertientes naturales, tales como la de Flamencos, Chorrillos, Carguaillo, Cantería y San Roque, cuyas aguas potables y de excelentes condiciones mantenían al pueblo, fuera de las que se obtenían de los pozos o excavaciones de poca profundidad, hechas en el terreno húmedo y pantanoso en que se edificó la Villa”.

La falta de agua en los primeros años de la ciudad era tal que, según el cronista mayor de Potosí, Bartolomé Arsanz de Orsúa y Vela, el líquido elemento llegó a venderse a precios de oro.

Arsanz dice que “al poniente del rico Cerro de Potosí (como tengo dicho en otra parte) crió Dios una fuente regalada, milagro de la naturaleza, que llaman Flamencos, de tanta estima en aquellos tiempos que valía una botija de esta agua ocho reales por estar distante más de un cuarto de legua”.

Las lagunas que existen en la parte alta de la ciudad son diques de almacenamiento de agua que fueron construidas a partir de 1575 por iniciativa del entonces virrey del Perú, Francisco de Toledo, pero su propósito original fue contar con el líquido suficiente para mover un sistema hidráulico de molienda de minerales. Lewis Hanke y Gunnar Mendoza lo resumieron indicando que “como no había depósitos naturales de agua cerca a Potosí, hubo que fabricarlos para que recolectasen el agua de las lluvias pues tampoco había cursos de agua suficientes y permanentes. Estos depósitos fueron las lagunas de Potosí”.

Omiste dice que “el virrey don Francisco de Toledo, que vino a visitar oficialmente la ya renombrada Villa Imperial de Potosí, en el mes de noviembre de 1572, después de reconocer personalmente el interior de las minas e informarse de los procedimientos de extracción y beneficio de metales, así como de las enormes cantidades que se extraían, provocó una junta de mineros y les propuso la construcción de ingenios de motor hidráulico para moler metales”.

Arsanz refiere que, luego de la propuesta “pusiéronlo por obra, y así se comenzaron a fabricar, no en el centro de la Villa por donde ahora atraviesa la famosa Ribera (porque entonces no había de dónde les viniese agua) sino cerca del valle de Tarapaya donde formaron algunos ingenios, y de la misma manera en una quebrada que está entre el Cerro Rico de Potosí y los de Caricari y también hubo algunos dueños de minas que molieron sus metales en el río de Cachimayo que dista de esta Villa 17 leguas…”.

Precisamente por la falta de agua, los primeros ingenios fueron construidos en Tarapaya, distante a 23 kilómetros de Potosí, pero debido al problema que representaba esa distancia, se determinó construir lagunas o embalses en la parte alta de la ciudad para almacenar el líquido resultante de las lluvias. Su propósito, empero, era la molienda de minerales y no el aprovisionamiento a la población.

Arsanz señala que “se comenzó a sentir la mucha inconveniencia de llevarlos tan lejos (los minerales)” y “con todo eso determinaron algunos años después a fabricar unas grandes lagunas en las cabeceras de la Villa y juntamente la Ribera…”. El cronista mayor de Potosí detalla que “volviendo, pues, a la inconveniencia de que los azogueros y otros dueños de minas tenían con la distancia que había del Cerro a los ingenios, digo que para evitarla y adquirir otras grandes conveniencias trató esta Villa generalmente de hacer una junta en la cual se determinase fabricar la Ribera en medio de la Villa, y juntamente a las cabeceras de ella unas grandes lagunas, para que recogiéndose en ellas las aguas de algunas fuentecillas que por allí nacen y también las lluvias del cielo, con ellas se moliesen los metales en dicha Ribera”.

Al respecto, Pedro Vicente Cañete refiere que “al principio se fabricaron estos ingenios en Tarapaya, dos o tres leguas de la Villa, a la ribera del río permanente de Cayara, que corre por allí; pero viendo los azogueros que era muy costosa la conducción de los metales, que por su poca ley apenas rendían esta poca costa, construyeron varias lagunas en unos cerros altos circunvecinos al este del Cerro Rico, donde se recogiese el agua rebasada de las nieves, granizos y lluvias de todo el año”.

Como la plata no se acababa, las casas construidas en las faldas del Cerro Rico se multiplicaban y Potosí se convirtió automáticamente en una ciudad que obtuvo su independencia administrativa de Chuquisaca el 21 de noviembre de 1561, cuando el virrey del Perú Diego López de Zúñiga y Velasco emitió el documento denominado “Capitulación de Potosí”, que le reconoce su condición de Villa, le da su nombre oficial (Villa Imperial de Potosí) y le autoriza a “tener dos alcaldes ordinarios con jurisdicción civil y criminal, los cuales han de ser elegidos por el cabildo”.

El crecimiento de la ciudad determinó que, además de la molienda de minerales, el agua de las lagunas sea utilizada también para el consumo de la población y, para ello, alrededor de 1576 se construyó la laguna de San Ildefonso que en tiempos coloniales era conocida también como laguna del Kari Kari o del Rey.

Arsanz detalla que “esta famosa laguna de Caricari (o de San Ildefonso o del rey, que con estos tres nombres es llamada) se fabricó para que de ella bebiese el pueblo; y esto porque carecía de agua, pues vemos que 31 años estuvo sin ella, bebiendo de los muchos manantiales o fuentecillas que hay en varias partes y calles de la Villa”.

Más adelante dice que “la causa de fabricar esta laguna fue por sólo que tuviesen los moradores todos abundancia de agua y conveniencia de tenerla en sus plazas, calles y plazas…”.

Una segunda laguna, la de San Pablo, también fue destinada al consumo de agua de la población. En tiempos coloniales, el almacenamiento de agua dependía tanto de las lluvias como de los rebalses de manantiales próximos y los deshielos. Con el paso del tiempo, y como consecuencia del calentamiento global, los manantiales se secaron y los hielos se derritieron, así que el llenado de las lagunas estuvo sometido solo a las lluvias.

Las sequías en Potosí

Por ello, las sequías son periódicas en Potosí. La primera de la que se tiene referencia es la de 1561 cuando, según Arsanz, existió una “falta total de lluvias”, y los años siguientes descritos por este cronista son los de 1584, 1593, 1606, 1662, 1672, 1679, 1684, 1693, 1698, 1706, 1712, 1721 y 1732. En ocasiones, la sequía duró hasta tres años, como la de 1712, que se extendió hasta 1715, y la de 1721 que duró hasta 1724. Todos estos años son los establecidos en la famosa “Historia de la Villa Imperial de Potosí”, que llega solo hasta 1737.

A lo largo de su historia, Potosí soportó sequías constantes en períodos cíclicos que van desde diez a treinta años. En tiempos coloniales, la población creía que la escasez de lluvias y otras calamidades eran castigos divinos, por lo que salía a las calles en procesiones y no paraba de orar en los templos y conventos. Las autoridades afrontaban esos fenómenos siempre con medidas coyunturales que, cuando más, llegaban a incrementar el número de lagunas aunque estas siempre dependieron del agua de las lluvias.

Ya en el siglo XIX, y bajo un régimen republicano, el aprovisionamiento de agua seguía dependiendo de las lluvias, según se puede apreciar en los informes municipales de los años 1872 y siguientes que fueron recopilados y publicados por Modesto Omiste en su más conocida obra, “Crónicas Potosinas”. La memoria municipal del año 1878 señala, por ejemplo, que “el agua de lluvia, para Potosí, es doblemente necesaria, como sabéis. Ella alimenta las fuentes públicas y privadas y da movilidad a las máquinas de la industria minera, ambos objetos igualmente importantes por ser de primera necesidad para la vida de este pueblo”.

Ese documento agrega que “los conflictos más grandes para la Municipalidad de 1878, han provenido de no poder atender debidamente esas necesidades, por la notable escasez de agua en nuestras Lagunas, debido a las pocas lluvias del año que ha fenecido”.

Los siguientes párrafos de ese informe revelan que los problemas emergentes de la escasez de agua se resolvían siempre tomando en cuenta tanto los intereses de la población como de la industria minera:

“Para armonizar los intereses de la minería con los de la alimentación del pueblo, fue menester emplear largos procedimientos de averiguación del agua existente en aquellos depósitos, y hacer prolijos cálculos para su equitativa distribución.

Varias comisiones especiales, formadas de ciudadanos competentes practicaron por repetidas veces estudios atentos al respecto, y presentaron sus trabajos reasumidos, con fecha 12 de marzo, con cuyo fundamento dictó el Concejo la ordenanza del 13 del mismo mes, reglamentando la distribución del agua de las Lagunas, y de tal manera, que la ribera aprovechase de ella, por el mayor tiempo posible, sin perjuicio del servicio de las pilas, hasta fines del año”.

Lewis Hanke y Gunnar Mendoza explican que “la Ribera era el dispositivo previsto para el beneficio del mineral extraído del Cerro y estaba constituido por tres elementos a su vez: las lagunas, el arroyo y los ingenios”. Por tanto, cuando la memoria municipal de 1878 se refiere a la ribera está hablando de la industria minera y su innegable dependencia del agua para la molienda del mineral, incluso en ese año”.

Si seguimos en ese año, veremos que “el gremio de mineros emprendió, por su propia cuenta, la nivelación de la acequia de Chalviri” y “se emprendió después, por cuenta del Concejo, la canalización del desagüe de la laguna llamada Illimani, que contenía un depósito que, aunque no de grande consideración, contribuyó con alguna cantidad a aumentar el agua de Chalviri”.

En el periodo republicano, las medidas que asumía la Municipalidad eran solo coyunturales y estaban limitadas a la reparación de las lagunas conforme revelan las memorias de 1882 hacia adelante. En algunas memorias aparece el nombre de Eliodoro Villazón, como representante de la Compañía Inglesa del Real Socavón, que colaboró con las reparaciones. La prueba de que hasta entonces no se había dado una solución integral al desabastecimiento de agua potable es un informe firmado por Guillermo Schmidt el 24 de diciembre de 1890 que comienza indicando que “el conflicto del año que termina, por la escasez de agua en las lagunas, que ha causado graves perjuicios a esta Capital, cuya industria principal es la minería, me ha hecho pensar en el modo y la posibilidad de conducir las aguas de las lagunas de la sección del norte a la receptora de San Sebastián de donde serían útiles para todo el servicio, tanto a la ribera como a las pilas, que al presente solo pueden ser utilizadas para las pilas y los establecimientos inferiores al Real Ingenio…”.

La situación se mantuvo así hasta el 10 de noviembre de 2000, cuando concluyó el proyecto de captación de agua potable del río San Juan y permitió elevar el caudal del líquido que se distribuye a la población civil. •

Los periodos de sequía

Entre 1700 y 1797, el periodo de lluvias varió en apenas un mes, si se toma en cuenta los detalles aportados por dos de los cronistas más importantes de Potosí.

Arsanz, que escribió su obra entre 1700 y 1730, señalaba que “en esta Imperial Villa comienza ordinariamente a llover en el mes de octubre, y si el año es de muchas aguas por el de febrero siguiente están ya llenas estas lagunas y las otras que mantienen la Ribera, y desde el dicho mes de febrero están desaguando; y en estos tres meses son los que puede temerse alguna fatalidad…”.

Cañete, que terminó la suya en 1797, apuntó que “las aguas regularmente comienzan por octubre y acaban en marzo. El año que son escasas se padecen muchos trabajos porque, parando la molienda, cesa la saca de platas y viene a perderse cada semana de 28.000 a 30.000 pesos, que es lo correspondiente a 200.000 marcos, más o menos, que se rescatan todos los años de los productos de este Cerro Rico. Ya se ve el daño que se sigue a la Real Hacienda y al comercio”.

Los proyectos en marcha

El agua del río San Juan era distribuida a la población de la zona baja de la ciudad mientras que el de las lagunas era empleado para la de la zona alta. La escasez de lluvias del año 2016 motivó una situación de crisis que la Alcaldía de Potosí afronta con la ejecución de más de un proyecto. Uno de ellos es el bombeo de agua del cauce al río San Juan al tanque Millner que distribuye el líquido a la zona alta. Esa medida tuvo un costo de 19 millones de bolivianos y permitió incrementar 65 litros de agua por segundo al sistema de distribución a esa parte de la ciudad. Con esa medida se resolvió parcialmente el problema ya que, hasta entonces, había que distribuir agua en cisternas a los habitantes de la zona alta.

Con el fin de incrementar el caudal de agua, también se ejecuta el proyecto de habilitación del acueducto La Palca-ciudad de Potosí con un costo de 21 millones de bolivianos. Cuando este proyecto entre en funcionamiento se agregarán 40 litros por segundo al caudal que se distribuye a la parte alta de la ciudad. También se ha previsto perforar ocho pozos que agregarían 25 litros por segundo a la cantidad a distribuirse.

Una solución integral para resolver el problema del desabastecimiento como nunca antes en la historia de Potosí era el proyecto de captación de agua desde la población de Vacuyo, ubicada en el municipio de Belén de Urmiri, que iba a ejecutarse con una inversión de 242 millones de bolivianos, pues iba a posibilitar que se agregue 230 litros por segundo al caudal de agua para la población. Este proyecto quedó en suspenso debido a la oposición de los comunarios del lugar en la que mediaron algunas organizaciones no gubernamentales y políticos de oposición.

Frente a esa contingencia, en trabajo coordinado con la Gobernación de Potosí, se identificó a la comunidad de Tacora, en el municipio de Tomave, a 80 kilómetros de la Villa Imperial, como otra fuente de abastecimiento. Allí está el río Huayllatani, cuyas aguas serán parcialmente canalizadas con el fin agregar 80 litros por segundo al caudal del tanque Millner.

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