lunes, 18 de enero de 2016

Solo el salto a la metalurgia hará rentable a la minería


La minería ha vivido un mal año el 2015, con un impacto negativo por los bajos precios internacionales de los metales. Ser un país minero sin posibilidad de generar valor agregado al mineral no es lo mejor, si no se llega por lo menos, a la obtención de metales. La mayor parte de los metales bolivianos se exportan como concentrados de mineral. Esta realidad de exportador de materia prima permite financiar las operaciones metalúrgicas de empresas en el exterior y es donde se genera el empleo y se añade valor a la materia prima.

Los precios de los metales han bajado significativamente, respecto a la gestión anterior y esto se tradujo en un contexto complicado, pero no por eso inesperado en el sector.

Un primer efecto directo es el alejamiento de capitales del sector y los pocos intentos se han dirigido a financiar proyectos ya en marcha o a punto de iniciar actividades.

Para la exploración de nuevos yacimientos no es buen momento. Bolivia intentó atraer capitales de riesgo para encontrar nuevos yacimientos interesantes; pero no se produjo el resultado deseado y la Comibol ha buscado alternativas en depósitos ya conocidos, algunos abandonados o en manos de operadores privados. Comibol anunció megaproyectos para explorarlos, mostrando una clara contradicción porque, si ya se sabe que son megaproyectos, la pregunta que nos hacemos ¿no era más oportuno realizar esas exploraciones en la etapa de altos precios?.

El Gobierno ha mostrado una buena intención de cambiar la situación; pero con éxitos modestos y con grandes dificultades. Podemos citar algunos ejemplos como el horno Ausmelt de Vinto que empezó sus operaciones este año o Karachipampa que ha sido reactivada, continúa su proceso de consolidación el proyecto del litio; o en otros casos, como el Mutún, donde sigue siendo una incógnita su explotación así como las plantas de zinc.

Huanuni, que anunció millonarias pérdidas a medio año, enfrenta la imposibilidad de poner en marcha su nuevo ingenio por falta de agua y de un dique de colas apropiado. Se tomaron ciertas medidas en el ámbito de las remuneraciones de los trabajadores, que representan una enorme carga social en los costos de producción y lógicamente la empresa todavía no sale a flote.

Si nos referimos a las operaciones privadas, existieron reacciones ante la crisis de precios. Por ejemplo, San Cristóbal, la mayor operación minera del país, que trataba 40.000 toneladas diarias en su ingenio, pasó a procesar 52.000 para recuperar más mineral y no disminuir sus ingresos. Paralelamente, disminuyó su consumo energético y bajó los costos para permanecer rentable. Para aumentar la vida de sus operaciones inició procesos de exploración en otras áreas del sector.

Glencore, propietaria de Illapa, contratada por Comibol para operar Bolívar y Porco, está en su peor momento, vendiendo operaciones, reduciendo sus actividades y tomando medidas que le ayudarían a salir de la crisis en que se encuentra.

Orvana, que había anunciado su salida parece que, finalmente, se queda en el país y continúa operando el depósito polimetálico de la mina Don Mario en Santa Cruz.

Manquiri, que reportó pérdidas, continuó sus actividades intentando bajar los costos operativos.

Las actividades estatales, exceptuando Huanuni, mostraron resultados positivos aunque, económicamente, mucho más modestos que en la gestión pasada.

Por todo lo expuesto, es evidente que el negocio de la minería no es bueno si no se da el salto a la metalurgia y a la industria. Cuando se exportan concentrados de mineral, el número de compradores es relativamente pequeño y las posibilidades de negociación y de encontrar alternativas son, ciertamente reducidas, dependemos de las fundidoras. No ocurre lo mismo con la comercialización de metales pues el número de compradores aumenta significativamente ya que el metal es una materia prima fácilmente usable y transformable, contrariamente a lo que ocurre con el mineral que debe sufrir procesos costosos y especializados de metalurgia para poner en el mercado la materia prima. Desde el punto de vista de la comercialización, es evidente que es mucho más conveniente exportar metales y no concentrados.

La producción y venta de metales es extremadamente dependiente de los precios de los mismos en el mercado internacional. Es grave para un productor que los precios de sus bienes se los fije en función de factores que no tienen nada que ver con la operación misma sino más bien con aspectos especulativos que, normalmente, favorecen a los compradores.

Es complicado para un país depender de la venta de sus recursos no renovables. La fácil liquidez que se consigue, en momento de precios altos, oculta la ineficiencia y, por otro lado, permite la adquisición de bienes del extranjero en detrimento de la producción local, provocando un retroceso del desarrollo interno haciendo muy vulnerable a la economía local, dada la volatilidad de los precios de las materias primas. Es importante diferenciar un crecimiento económico basado en lo extractivo por su alta vulnerabilidad, que de una economía productiva y diversificada que es más sostenible y menos vulnerable a los cambios.

Lo que se viene en el año 2016 parece ser algo sombrío. No se ven perspectivas de mejora de los precios de los metales y esto condiciona todo el accionar del sector. Es casi imposible que lleguen capitales de riesgo para exploración y, por tanto, esta responsabilidad deberá recaer en el Gobierno quien, al haber disminuido sus ingresos, difícilmente destinará montos que vayan a potenciar el sector, si ya tiene por delante un enorme reto de cómo continuar su política social, en especial la que está determinada por transferencias directas a sectores vulnerables de nuestra sociedad.

Las empresas, si quieren mantener sus utilidades, aumentarán el volumen de su producción, agotando más rápidamente los depósitos y disminuirán sus costos operativos reduciendo gastos no vinculados directamente con la producción. Esto podrá provocar conflictos con las comunidades donde se asientan las actividades mineras.

El conflicto o crisis se debe convertir en una buena oportunidad. El Gobierno tiene la opción de institucionalizar el sector, definir qué metales explotar, qué plantas instalar, cual la política de formación de recursos humanos, el manejo del tema energético y logístico; cómo vincular la minería con el desarrollo local, regional y nacional, añadir valor a los metales y ser menos dependientes de la oscilación de precios en el mercado. Lo contrario sería bajar impuestos y regalías para que las empresas sigan ganando lo mismo que antes; eso sería someter el bienestar de todo el pueblo al de unos pocos empresarios.

Es tiempo de planificación y de organización y de pensar en alternativas que podrían ser potenciadas con los excedentes que genere la minería.

PERFIL

Juan Carlos

Núñez Vidaurre

Sociologo

- Diplomado en Derechos Humanos

- Especialista en resolución de conflictos

- Amplia experiencia en el tema de derechos humanos

- Docente de Modelos de Desarrollo en el Centro Latinoamericano de Investigación para el Desarrollo- CELADIC

- Ex director de Pastoral Social - Caritas a nivel nacional.

- Actualmente es Director Ejecutivo de la Fundación Jubileo.

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